Envidio al
silencio que te besa profundamente
cuando
duermes y jamás lo ves marcharse.
Celo al
sueño que te posee en sus brazos
indefenso y
vulnerable.
¡Quién fuera
el viento que huele tu piel
y olfatea tu
cabello, meciéndolo a su antojo!.
¡Quién fuera
el frío
que eriza tu
bendita dermis
estremeciendo
tus encantos.
Envidio la
soledad que te acompaña
por las
tardes como fiel amante.
Y envidio al
tiempo que te ha visto crecer,
desarrollarte,
reír y llorar.
Si tan sólo
me dieras un día y una noche
te probaría,
que beso mejor que el silencio,
que abrazo
mejor que el sueño
y acompaño
más que la soledad.
Con un día y
una noche
me basta
para amarte.
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